Hay días en los que el mundo se despierta al revés, tus amigos de toda la vida parece que son meros conocidos, y los que no creías más que colegas o conocidos se convierten en personas que han estado ahí toda tu vida.
En esos días te sientes la persona más querida del mundo por simples gestos de amabilidad, supongo que por el hecho de que las personas dadoras son las que menos "obligación" tienen de hacerlo, porque en realidad no esperas nada y porque para que negarlo no crees que haya confianza, cariño o llámalo como quieras como para recibir, no te sientes digno (no es la palabra exacta pero es la que me sale).
En esos días un papel escrito se convierte en un tesoro, una consulta te parece una pregunta existencial que va a acabar con todos los problemas, la respuesta a una opinión es una verdad absoluta, un SMS parece una declaración de amor.
A veces la gente maldice esos días, creen perder lo que tenían y creen que esos pequeños gestos son como un error en la relación, que no se volverán a repetir. Cada día de estos descubro que no, que esos "conocidos" siguen ahí como en segunda fila, no por una elección suya sino porque al fin y al cabo los de siempre siguen siendo los de siempre, con la tranquilidad de que si algún día dejaran de serlo, otros te van a coger el teléfono, te escucharán como si les fuera la vida en ello, te dejarán su hombro para sentir el calor, para llorar o para reconfortarte, y que si hace falta te invitarán a decenas de cervezas.
Es en los said cuando me doy cuenta en que un edificio no solo son los cimientos, las vigas también son necesarias, aunque abulten menos, aunque a veces molesten para poner un armario en una esquina, y que sin ellos tu casa no sería tan segura, tan firme, tan tuya.
Gracias por todo, a todos.